SOBRE LA ESPERANZA PERDIDA

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El pasado día 2 del corriente mes de julio se conmemoró en México una fecha inédita. 

Ese día, se inició la consolidación del proceso de transformación política de la nación sobre cuyos hombros pesaba el estigma de saberse representante de la “dictadura perfecta”, acorde con el calificativo con el cual Mario Vargas Llosa, refirió en alguno de los muchos momentos de lucidez con los cuales, en su calidad de escritor y Premio Nobel, nos obsequió.

El triunfo electoral del candidato opositor Vicente Fox Quesada, representante de la “Alianza por el Cambio”, encabezada por el Partido Acción Nacional (PAN), aportó una bocanada de aire puro al anquilosado aparato político/burocrático que había gobernado a México durante los últimos 71 años.

Al cumplirse los primeros 25 años del hito que se reseña, cabe recordar que, para que se pudiese realizar, fue menester integrar una serie de cambios y transformaciones al régimen dominante que nos estuvo gobernando a lo largo y ancho de más de siete décadas.

Entre los primeros logros destacados, el empoderamiento ciudadano cobró protagonismo.

Conviene recordar, en ese sentido, el destacado papel desempeñado por el árbitro electoral, órgano que, por vez primera, quedó integrado por un grupo de mexicanos, caracterizados por la ausencia de militancia política y con un férreo compromiso hacia la transformación del país.

Durante los seis años en los cuales Vicente Fox gobernó, intentó, aunque no pudo sepultar al viejo “Ogro Filantrópico” al cual se refirió nuestro Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz. 

El cáncer político que en aquel entonces invadía el aparato del estado, sobrevivió, sin mayor pena ni gloria, especialmente, gracias a la apatía que sobre la cosa política caracterizó la mayor parte del sexenio, al mandatario calzado con “botas de vaquero”.

Llegados a estas instancias de la vida, con gran pesar debemos reconocer que, ese gran esfuerzo ciudadano que caracterizó a México a comienzos del presente siglo, de forma paulatina, y gracias a los subsecuentes errores de quienes nos gobernaron entre 2006 y 2018, se hizo con el poder político un personaje que, sintiéndose un “iluminado” o “elegido” por las altas instancias del universo, aterrizó en la más alta instancia del poder político del país.

Ciertamente, Andrés López Obrador (AMLO) con sus indudables utopías, intuyó que podría instaurar en México – una vez más – un proceso de transformación de las instituciones, encaminado, digo yo, a destruir todo lo construido en los dieciocho últimos años que le precedieron.

Durante su sexenio pontificó desde un púlpito, un día sí y otro también, logrando confundirnos a todos. 

Sobre su triste legado, no quisiera referir mayores comentarios, salvo aquellos que inciden, directamente, en la consolidación de su nefasto mandato.

La entronización de Claudia Sheinbaum Pardo (CSP), ungida por el cacique de Macuspana para consolidar su proyecto, ha venido consolidando la obra de transformación del país, determinada por AMLO, violentando, a mansalva, las principales garantías individuales consagradas por la Constitución política de 1917.

Disponiendo a dicho efecto de un Poder Legislativo aquiescente, obsecuente y genuflecto, ha logrado modificaciones a la norma fundamental del país en detrimento de todos sus conciudadanos.

Entre los principales logros de ese Congreso, la aprobación de un paquete de reformas que nos aproximan, cada vez más, a ese pasado ominoso que todos quisiéramos olvidar, acerándonos a un proyecto de Estado Autoritario conculcador de libertades.

De entre las más laceradas, la de la privacidad, afectada por vía de la Ley que crea el Sistema Nacional de Inteligencia e Investigación (calificado como Ley Espía) que concede poderes omnímodos a un Estado Policía en el cual piensan transformarnos, para acceder a todos y cada uno de nuestros más caros afectos y efectos, hasta ahora salvaguardados como uno de los tesoros más valiosos para todos los ciudadanos.

Con esta norma, aprobada sin mayores debates y al vapor, así como otras subsecuentes enunciadas ya por CSP, y otras que se encuentran en el tintero de la jefa de Estado, se intuye una tendencia que nos orilla a convertirnos (transformarnos) de ciudadanos a súbditos.

Ahora que el partido en el poder a cooptado, también al Poder Judicial, por vía de un proceso electoral poco claro y transparente, no sería extraño que quienes integrarán las más altas magistraturas a partir del próximo 1 de septiembre, se transformen, en lugar de juzgadores imparciales, en cajas de resonancia de la 4T.

Amanecerá y veremos

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