El término me ha parecido como el más adecuado para calificar fondo y forma, como el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha implementado, lo que algunos especialistas en esta materia, han comenzado a denominar como el comienzo de una guerra híbrida, en medio de la cual pende la espada de Damocles del comercio internacional.
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Así, de forma sencilla, se podrían entender los exabruptos, cada vez más frecuentes, como el último, pronunciado el día de ayer por el propio primer mandatario refiriéndose a las casi setenta naciones del mundo que ya han realizado acercamientos con su gobierno. Señaló sin mayores ambages que dichas naciones le “estaban besando el trasero” en vía de que les acepte sus propuestas para reducir los aranceles impuestos a partir de lo que el propio presidente calificó como “Día de la Independencia”.
En su retórica, aupado, por los corifeos que integran su plantilla ministerial, arengo con la posibilidad de que todos y cada uno de los países a los que se impusieron distintas tasas arancelarias, de ser el caso, y decidieran implementar tarifas similares, su gobierno “sería implacable” y aplicaría nuevas y mayores tasas arancelarias.
Hasta el presente momento, unos si, y otros también, han comenzado con sus avances negociadores. Cada uno en la medida del peso específico del que disponen en el mercado mundial del comercio.
El caso de China, representa el más sintomático. Contrario a doblegarse a las amenazas de Donald Trump, su gobierno sacó el pecho y reciprocó, en tiempo y forma, la imposición acordada en su detrimento.
Al momento de escribir el presente artículo, el gobierno chino acordó imponer a todas las mercancías procedentes de los Estados Unidos, una tasa del 84% de aranceles vis a vis la tasa impuesta por Estados Unidos que ronda el 104%.
En declaraciones puntuales del portavoz de la cancillería china, éste proclamó que su gobierno llegaría hasta donde la administración del presidente Trump quisiera llegar. Exhortó sobre la conveniencia de ponderar los alcances negativos para el comercio mundial que las medidas unilaterales que se estarían aplicando causarían al desarrollo y crecimiento económico de las naciones.
Hizo un llamado a la rectificación, al tiempo que confirmó que China estaba dispuesta a llegar hasta donde Estados Unidos quisiera.
Por lo pronto, las pérdidas en la mayoría de los mercados bursátiles, no tiene precedentes. Las acciones a nivel global, siguen a la baja, y las expectativas siguen siendo las mismas. Ya se plantea que, como consecuencia de la incertidumbre, podría estar al alcance de la mano una recesión mundial.
No se sabe con certeza cuál será el rumbo que alcance la presente oleada, característica de un típico imperialismo económico por parte del gobierno de los Estados Unidos. Por su lenguaje soez, el presidente Trump ha denotado una absoluta falta de respeto hacia la comunidad internacional, misma que – digo yo – llegado el momento, indudablemente, le pasará factura.