ELECCIONES ANTIDEMOCRÁTICAS EN VENEZUELA

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La realización de elecciones parlamentarias y para ocupar el mayor cargo de representación pública de las 24 gobernaciones que configuran el mapa político de Venezuela, realizadas el pasado domingo 25 de mayo, representan – digo yo – un nuevo golpe político al sistema democrático en general, y para dicho país en lo particular.

Imagino que, al cabo de unas pocas horas tras cerrarse el proceso comicial, el anuncio de los resultados no era otro, sino el esperado.  El partido en el Gobierno, el Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se alzó con “triunfos indiscutibles” en casi todos los cargos sometidos al juicio ciudadano.

El régimen de Nicolás Maduro, conforme a los datos proporcionados por el árbitro electoral, se alzó con el triunfo de 23 de las 24 gubernaturas en pugna.  Tan solo una gubernatura, la del Estado Cojedes quedó en manos de la oposición.

Por lo que respecta a la Asamblea Nacional, el panorama, no se modificó, el “Gran Polo Patriótico” de tendencia gubernamental, mantendrá mayoría indiscutible para los próximos cinco años, es decir, un parlamento marcadamente sujeto a la voluntad del hombre que gobierna al país.

Una de las cosas que más llamó mi atención, fue que en dicho proceso fue sujeto al escrutinio ciudadanos, la gobernatura y los escaños respectivos para la Asamblea Nacional del Departamento del Esequibo, entidad que, en la actualidad se encuentra sub judice, objeto de un proceso internacional de arbitraje que, en todo caso, busca dilucidar esta ancestral diferencia territorial entre Venezuela y Guyana.

Ha quedado claro, con la adjudicación de una plaza de gobernador y escaños para representantes populares que habrán de ocupar en la Asamblea Nacional de dicha entidad que, quienes sufragaron, no fueron los propios interesados, es decir, quienes habitan en dicha entidad territorial, sino ficciones jurídicas inventadas, gracias al realismo mágico típico del “chavismo”.

Lo más triste de todo este proceso es que, a nivel internacional, pocos han sido los juicios críticos que, a la fecha de escribir el presente artículo, se han hecho públicos. 

Las principales referencias se han centrado en los diversos pronunciamientos realizados, desde la clandestinidad, por la más reconocida líder de la oposición, María Corina Machado, quien desde el lugar en el cual se encuentra cobijada, exhortó a la ciudadanía a no participar en este nuevo engaño de la dictadura de Nicolás Maduro.

Otro que alzó su voz, fue Edmundo González Urrutia, virtual candidato triunfador de las últimas elecciones presidenciales, celebradas en Venezuela el año pasado.  González Urrutia, a su vez, tal cual lo hiciera María Corina, hizo compaña favoreciendo la no participación ciudadana en un proceso, dentro del cual, los resultados eran conocidos incluso antes de la elección.

A pesar de los esfuerzos concretados tanto dentro, como fuera de esta nación gobernada hace un cuarto de siglo por el régimen “chavista”, nada ha cambiado en dicho país, y conforme se ve el panorama, nada cambiará en el corto y mediano plazos.

A estas alturas de la coyuntura internacional Venezuela ha dejado de ser la pústula en la democracia internacional. 

Un país sin libertades, con casi nueve millones de migrantes que pululan por obtener refugio por los cinco puntos cardinales del planeta, en el medio de un régimen represivo, fascista y violador de los derechos humanos, además de conculcador de libertades ciudadanas.

La mesa ha quedado servida, toca al noble pueblo venezolano alzarse por encima del régimen y volver – confiamos que muy pronto – a reencauzar sus principales objetivos nacionales, especialmente, el de la libertad.

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