REFORMA AL PODER JUDICIAL EN MÉXICO

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El expresidente de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dejó al país, en una especie de herencia maldita, un paquete de reformas a la Constitución que incluía, entre otras, la reconfiguración de la  actual estructura orgánica del Poder Judicial de la Federación, cuya materialización, será objeto de un proceso electoral – inédito – a celebrarse el próximo 1 de junio.

Así, tal cual fuera testado por el ex hombre fuerte del régimen, su heredera, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo (CSP) haciendo acopio de todos los poderes de que fuera investida durante el curso de la elección presidencial del año pasado, aupó vía las mayorías de que dispone su partido MORENA en ambas cámaras que integran el H. Congreso de la Unión, las modificaciones del caso a la Ley Suprema de la Nación.

De forma tal que, a partir del 1 de junio del corriente año, México dispondrá de un ente impartidor de justicia que, se intuye, además de constituirse prácticamente en un apéndice del Poder Ejecutivo Federal, que obedecerá a los designios políticos de la cúpula del poder público vis a vis las funciones originales que le fueran consagradas en la propia constitución política vigente desde 1917.

Sobre la forma y fondo con la cual las altas instancias del poder configuraron las listas de candidatos objeto de la elección del mes de junio, valga comentar el desaseo del cual fue objeto la integración de los cuadros que se disputarán, entre otros cargos, los siguientes:

  • 9 Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación;
  • 2 Magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial (TEPJF);
  • 15 Magistrados Regionales de las Salas que integran el (TEPJF);
  • 5 Integrantes del Tribunal de Disciplina Judicial;
  • 464 Magistraturas de Circuito; y
  • 386 Jueces de Distrito.

En fin, dado el desorden con el que se manejaron las listas de candidatos a los puestos de elección popular, mismas que fueron presentadas, en su orden, por la Presidencia de la República, las Cámaras que integran el H. Congreso de la Unión y por integrantes del Poder Judicial, quienes conocen los distintos vericuetos por lo que circularon mano a mano los nominados, manifiestan dudas razonables sobre la idoneidad de, por decir lo menos, la gran mayoría de quienes, en el corto plazo, suponemos podrían llegar a convertirse en garantes de la seguridad jurídica de México.

Entre los requisitos  que deberán cubrir los aspirantes – según quedó determinado por la propia reforma constitucional – se enlistan los siguientes:

  • Acreditar que se dispone de un título profesional (obtenido con promedio mínimo de 8 (ocho) puntos;
  • Acreditar un mínimo de cinco años de ejercicio profesional;
  • Disponer de 5 (cinco) cartas de recomendación de vecinos de su jurisdicción;
  • Elaborar un ensayo cuyo contexto será analizado por especialistas en la materia.

La campaña correspondiente para que todos los candidatos compitan en igualdad de condiciones arranca el próximo 8 de febrero.  La ley correspondiente no asigna recursos materiales ni económicos para echar a andar dicha campaña proselitista, razón por la cual se han suscitado enormes especulaciones sobre el posible origen – si se llega a detectar – de los recursos con los cuales los aspirantes harán frente a la pugna por allegarse el voto ciudadano.

Es decir, la falta de transparencia en el origen del financiamiento podría traducirse en una especie de “espada de Damocles” en lo que concierne a la legitimidad de este proceso sui generis que se llevará a cabo gracias al capricho de AMLO

Sobre la certeza jurídica resultado del proceso de que se trata que viabilice que, no solo a quienes podríamos llegar a estar sujetos de la aplicación del ordenamiento jurídico vigente en el país, sino para todos aquéllos que, viniendo del extranjero, por ejemplo para el desarrollo de proyectos productivos en beneficio colectivo, podríamos llegar a ver conculcados nuestros derechos de apelación de cara a un estado monolítico, figura clave en el proyecto obradorista, en su intento por construir, junto con el segundo piso de la 4T, lo que el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa calificó como la Dictadura Perfecta.

El voto obtenido en las elecciones del próximo mes de junio no garantiza ni la independencia, ni la autonomía del alto órgano jurisdiccional del estado mexicano, sino todo lo contrario: revierte al proceso de consolidación político-democrática de nuestras instituciones, pautado a partir de la alternancia consolidada  por todos a partir del año 2000.

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